Es bastante improbable que el sacerdote llegue a darle la extremaunción al feligrés católico. No obstante, esto ocurre con los más acólitos de la clase pudiente. En el pasado, cuando el cadáver salía de la casa del muerto se repicaban las campanas de la iglesia. Este repicar es lo que conocemos como “dobles”. La comitiva fúnebre llega hasta la iglesia en donde se ofrece una misa para los que la pueden pagar y la ceremonia acostumbrada para los muertos.
Luego viene el repicar de campanas nuevamente mientras sale la gente y se ordena la comitiva fúnebre. La procesión va precedida de una dama que porta ofrenda floral en forma de corona. En otras ocasiones son varias muchachas las que portan ofrendas florales al frente de la procesión. Luego le siguen los monaguillos y del sacerdote. Uno de los monaguillos va al frente con la cruz en una hasta seguido del sacerdote y diáconos si los hay. Detrás los deudos en ropa negra de luto mostrando la congoja que produce la pérdida de un ser querido. Luego le sigue el ataúd que puede ser cargado por los aditamentos que tiene en los lados, puede ser llevado en hombros como puede llevado sobre el carrito rodante en ruta hacia el cementerio viejo.
Nosotros, ubicados en la calle Ruiz Belvis #17 cerrábamos la puerta de cristal del negocio y nos colocábamos afuera en actitud solemne mientras pasaba la procesión. En ocasiones, los integrantes de la procesión rezaban pero en la mayoría de los casos era una procesión silente. De la iglesia católica al cementerio había una distancia como de trescientos metros Continuaba la comitiva hasta llegar al cementerio en la misma calle.
La procesión se detenía, la gente se ubicaba y l ataúd era colocado frente a las escaleras del cementerio. Era el momento para escuchar la despedida de duelo. Casi siempre, se escogían persona que pudieran dar un corto discursos bastante coherente. El discurso consistía en una semblanza del fallecido, sus virtudes y aportación al pueblo del Pepino. En ocasiones se hacía referencia a la brevedad y la trascendencia de la vida humana. Terminado el discurso, un familiar del difunto se dirigía a los presentes para dar las gracias por el apoyo solidario.
Luego se levantaba el ataúd y era llevado al panteón o sepultura en tierra. Veíamos a los albañiles que colocaban la caja dentro del panteón en el lugar destinado para ella. En otras ocasiones vimos ayudando a colocar el ataúd en el nicho correspondiente. Luego se aplicaba mezcla de cemento para sellar la tapa del panteón o del nicho. Allí se colocaban las ofrendas florales.
En otras ocasiones vimos a Luis el Prieto y a sus empleados bajar el cadáver hasta el fondo del hoyo previamente excavado. Este fue el caso de mi abuelo José Félix. El hoyo era nuevamente tapado y formaba un pequeño montículo de tierra sobre el cual se colocaban las coronas de flores. Se le colocaba una cruz con el nombre del fallecido.
En ocasiones el entierro ocurría en el cementerio nuevo y la procesión era motorizada. Ocurría el mismo acto. Se despedía el duelo, el sacerdote echaba la bendición al difunto y los deudos agradecían la solidaridad. Luego se procedía disponer del cuerpo como antes lo explicamos.
Los Ritos Funerales Católicos Oficiales
Citemos unas líneas muy acertadas del portal de Servicios Funerarios Católicos: “La Iglesia Católica es parte trascendental del inicio y terminación de la vida humana en la tierra y en cada momento crucial de esta vida ha estado allí presente con sus ritos. Mediante el Bautismo nos convertimos en hijos del Padre. Durante la vida crecemos en la Fe a través de la Eucaristía y los Sacramentos. De igual manera, la Iglesia está presente en el momento de la muerte. Tanto en los ritos sagrados para encomendar el alma de quien parte, como en brindar apoyo y consuelo de los que en vida quedan.
El Ordo Exsequiarium (OEx) o Ritual de los funerales de la liturgia propone tres tipos de celebración de las exequias, correspondientes a tres lugares de su desarrollo (la casa, la Iglesia, el cementerio), y según la importancia que les presten la familia, las costumbres locales, la cultura y la piedad popular. Por otra parte, este desarrollo es común a todas las tradiciones litúrgicas y comprende tres momentos principales:
La Vigilia – Un momento oportuno para recordar, llorar y celebrar la vida, pero sobre todo para orar. Es un tiempo en el que nos regocijamos en todo lo que la persona fue en vida y en lo que es ante la presencia de nuestro Señor. Este puede ser un momento de sanación para todos los que están sufriendo la pérdida.
La Liturgia Funeral (Misa) – En la Misa, tenemos la oportunidad de darle gracias al Dios que nos creó, que murió por nosotros y que nos llama para que vayamos a Él. En esta etapa, el énfasis se dirige un tanto de la muerte a la gran labor salvadora de nuestro Dios a través de Jesucristo. La Eucaristía es el punto central en un funeral Católico, siendo la omilía funeral de gran importancia. La homilía puede ser ofrecida únicamente por un sacerdote o diácono.
El Rito de Sepultura (Servicio en el Cementerio) – Es el último acto de amor que hacemos por nuestro ser querido en este mundo. En el entierro de los restos mortales, las relaciones, enlaces y comunión que se construyen en vida por la Fe no se destruyen por la muerte, sino que el descanso en un lugar sagrado junto a nuestros hermanos y hermanas es una afirmación de esta creencia”.