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Aponte Feliciano Carmelo

publicado por: Lionel Valentín Calderón

Por Julio Soto Arocho- Hay una máxima de Confucio, ese gran pensador de China, la humanidad y el universo, que dice más o menos así: “cuando tú naciste, todos reían y solo tú llorabas. Vive de tal manera, que cuando mueras, todos lloren y solo tú sonrías”. Hay otra de Bertolt Bretch, dramaturgo y pensador alemán, crítico de la conducta humana, que dice más o menos esto: “hay hombres que trabajan un día, y son buenos. Hay otros que trabajan un mes, y son mejores. Pero los hay que trabajan toda la vida, y esos son los imprescindibles”.

Alumbrados por la conciencia que nos han dejado estos sabios de la humanidad, con la mirada  hasta las estrellas que hizo posible el genio de Galileo, le  hemos preguntado  a  Carmelo Aponte Feliciano: ¿somos un país desarrollado?  Esa opulencia de los ricos  y  poderosos, y en esa frenética lucha por serlo más aún, ¿seremos capaces de cuestionarnos, si por eso que se persigue de manera ciega e irresponsable, valdrá la pena el sacrificio de todo el planeta? ¿Sabrán ellos que han convertido a la codicia en  un  nuevo dios?  ¿Serán capaces de presentir    los  crédulos terminales, que este neoliberalismo en boga, es en realidad una de las bocas del infierno de Dante?  ¿Puede un ser pensante honesto consentir que el 5% más rico, posea el 95% restante? Esa riqueza  vergonzante del  llamado primer mundo,  es la productora  sistémica de la pobreza y la miseria planetaria. La llaman capitalismo, pero  en realidad debía  llamarse ROBO, así con mayúsculas y todo. Ya casi todos sabemos (y los que todavía, ya empiezan a intuirlo), que la condición ”sine qua non” para el capitalismo generar riqueza, pasa por la explotación de los países subdesarrollados. ¿Puede llamarse esto desarrollo?  ¿Es que egoísmo y desarrollo son sinónimos?  ¿Qué cosa es, y para quién debe ser la solidaridad?  ¿Será posible que nuestra riqueza sea la causa de nuestra pobreza?

Julio Cortázar, un argentino de luz, cuya obra nos sigue alumbrando después de su muerte física, nos regaló este axioma: “si algo distingue al fascismo, al sionismo  y  al imperialismo como técnicas de infiltración, es precisamente su empleo tendencioso del  lenguaje, su manera de servirse de los mismos conceptos para alterar y viciar su sentido más profundo, y proponerlas como consignas de sus  ideologías”. Para ello cuentan con su prensa mercancía, esa que hace tiempo confundió libertad de prensa con libertad de empresa, quedando así convertida pues, en prensa mercenaria.   Alguien, de nombre Francis Fukuyama  (siervo fiel del imperio del capital), dijo que hemos llegado al final de la historia; pero  otro más sabio, dijo antes  que él, que la estupidez es como el universo. Tuvo principio, pero no se vislumbra el fin… ¡Y se expande cada  día más!  Por esta estupidez oficial, epidémica y genérica,  líderes torpes o poco honestos, han creído el cuento del fin de la historia, porque  como la historia es lucha toda,  suprimiendo la historia pretenden suprimir  la lucha por los derechos de nuestros  pueblos. Es que  no puede haber opulencia infinita, porque para que haya tal riqueza en el llamado primer mundo, el  llamado tercer mundo queda condenado  a padecer miseria. Muchas veces  nos hemos cuestionado esta y muchas cosas más,  en la placidez del balcón del  hogar de Carmelo,  amenazado por cierto, por  “el progreso”.

Pero… ¿serán  capaces  otros  en este llamado primer mundo, además de  Carmelo, de cuestionarse  todo esto?  Es que  no hay riqueza sin producción paralela de miseria, pues lo que le sobra a algunos, es lo que le falta a muchos. ¡Y qué claro lo tiene Carmelo!  No es fácil encontrar personas  que cuestionen este estado de cosas, pues mientras los cuestionadores parecen ser  cada vez  menos, los dogmáticos (con sotana o sin ella) se reproducen como el anamú. Cuentan que por cuestionarse  estas cosas, fue enviado al cadalso de una cruz el hijo de un artesano. ”Con la iglesia hemos topado, Sancho amigo”. Y cuentan que el  poder civil lo absolvió; pero la religión reclamó, como cómplice del poder, su derecho a juzgarlo, y con la idea preconcebida de asesinarle, montó el mismo sainete que siglos antes habían montado a Demócrito y a Epicuro, (como a Séneca y a Galileo más tarde),  a quienes odiaron y amenazaron por atreverse a discrepar del pensamiento único imperial, pues con sus esbozos de la teoría atómica, y la teoría de la traslación después,  le rompían los esquemas del poder  a la religión y a la ignorancia imperante y gobernante. Porque…   ¿cómo puede cuestionarse el robo o el crimen, el que los comete o se beneficia de ello?

Precisamente a esa clase de hombres cuestionadores, pertenece nuestro homenajeado de esta noche. Desde su arte, desde sus pinceles y cinceles, desde la tela o desde la piedra, desde el papel y el lápiz, este amigo es un cuestionador constante de las injusticias, aberraciones y estupideces del poder y el pensamiento amaestrado. Pero no lo  hace  desde el alboroto y la algarabía de los seudo revolucionarios, desde la pose tan fácil como tan fingida del artista orgánico, oficialista, esquemático y adulón. Hace tiempo que descubrió, que al igual que el capitalismo, ese socialismo bautizado democrático en la insolidaria y decadente Europa, se encuentra en entredicho, pues si el capitalismo busca la maximización de ganancias, este socialismo adulterado y trasnochado, persigue índices mayores de crecimiento, partiendo ambos de  procesos de explotación infinitos de la naturaleza. Pero los recursos naturales no son infinitos. Lo único que parece infinito es la estupidez, que mientras no se supere, el mundo estará a merced del error del egoísmo, que nos lleva a pensar en términos del yo, cuando el amor que sentimos por nuestros seres más preciados, si es sincero, debió habernos acostumbrado ya, por el desarrollo de una nueva conciencia, a pensar en términos de “nosotros”. Tan interesante como su obra literaria, sus pinturas y esculturas… ¡son las conversaciones con él!

Cuando el primer mundo reza, le reza a un dios venido a menos. Para ellos lo sagrado es el lujo, los privilegios. Sus templos y viviendas son fastuosas . En cambio, el  templo de Carmelo lo constituye la bóveda celeste, donde el sol nos alumbra de día, y la noche con sus miles de ojos, nos mira en la obscuridad. Sin sensibilidad no se puede entender esto, y la sensibilidad se forja a golpe de conciencia… ¡Y la conciencia nos abre los ojos del espíritu! Y tiene Carmelo, miles de ojos. Con este mentido “desarrollo”, ha visto llegar la lujuria, la gula, la avaricia, la envidia y la soberbia, que vienen juntas con el egoísmo como equipo accesorio. Son las obscenas claves del desarrollo capitalista que nos han traído hasta aquí. Ahora quieren que las víctimas, les ayudemos a salvar a la verdadera causa de tanta injusticia de su colapso total. Por eso todas las medidas de austeridad vienen cortadas por el mismo patrón: transferir dinero público, dinero de nuestras contribuciones, de nuestro esfuerzo y trabajo, a la banca privada, a su alcancía dilapidada por la especulación y la malversación. Y todo esto, decidido por aquellos que nunca en su vida han tenido mayor problema, que el de tener que elegir entre comprar un yate o un “maserati”, entre un reloj de diamantes, o uno de platino. Son los señores que se dedican a hacer la caridad, allí donde sus intereses no permiten que haya justicia. Son religiosos, pero sus capitales jamás le permitirán ser cristianos a la manera revolucionaria del hijo del artesano, en su opción preferencial por los pobres y explotados del mundo; no ya para hacerles la caridad, sino para hacerles justicia. Solo lectores ávidos, seres solidarios, amorosos, artistas sensibles, espíritus evolucionados por un verdadero desarrollo moral como Carmelo Aponte Feliciano, son capaces de salvar la verdadera fe, que es aquella que da el conocimiento; la que nos dice que siendo hijos de la luz, a veces vivimos como hijastros, como “cenicientas” de la ignorancia.  Como decía Roque Dalton, salvando  esa fe, salvamos también a Dios.

Carmelo ha sido, durante su periplo por este plano llamado Tierra, un ser amante y amado. Aunque nació en Santurce en el 1935, realizó sus estudios primarios y secundarios en San Sebastián y Lares. Hizo su bachillerato en el Departamento de  Arte de la  Universidad Interamericana de San Germán. Es profesor retirado de Artes Visuales  del Departamento de Educación. Además de sus cuadros costumbristas, paisajes, bodegones y retratos, el busto a  Angel  Mislán Huertas en nuestra plaza, (casi mutilado por alguien  con demasiada iniciativa, que decidió substituir la pátina del tiempo por brillo y  barniz), permanece como un cucubano, que saboteando con su luz intermitente la obscuridad de los tiempos, nos señala su obra, su maestría, su dedicación.

En el campo literario ha cultivado la poesía y el cuento.  Alfa y Omega  y  Poema a Ramón María Torres son dos de sus preferidos. Otras de sus preferidas lo son: su escultura  Un Ciego, y  sus pinturas  La Espera  y  Paisaje de Guajataca. ”Se es un mal artista cuando no somos sinceros con nosotros mismos, no importa cuánta técnica sepamos y dominemos”, nos dice con total convicción. “Soy exigente con mi persona, y me preocupa grandemente todo cuánto de mí sale, sea en el género escrito o gráfico. En todo cuanto hago y digo, soy fiel reflejo de mis convicciones y circunstancias, mi tiempo y mi raza”. Estas palabras suyas son como una radiografía de su ser más íntimo.

Desde el calor de un hogar sustentado por una madre proveedora de amor y  necesidades materiales cuando niño, desde un hogar formado con una esposa amada y amante, desde el amor de y hacia sus hijos, desde el respeto ganado por una vida de servicio a sus congéneres, ha sido un ejemplo de sensibilidad y amor a su pueblo y a su prójimo. En sus cuentos y poesías, en sus esculturas y pinturas, está el dolor que a fuerza de sensibilidad ha podido, en la fragua de su conciencia, convertir en obras de amor a sus hijas, que son por su orgullo evidente, sus dos mayores y amadas  obras de su paso por esta vida. Como sus obras en la piedra y en la tela o el papel, así también ha logrado que su vida ejemplar sea una obra de arte admirable.

De hablar pausado, cuidando sus palabras para que no haya en ellas el más leve asomo de soberbia, Carmelo es un poema de “pepinianidad”. Sin haber mostrado el más leve asomo de egoísmo, su familia de “pan de jengibre y azúcar morena”, constituye su mayor y más excelsa obra. Carmelo es un caribeño, puertorriqueño y pepiniano  DESARROLLADO, pues es su vida ejemplar, el lienzo donde ha pintado el principal y verdadero desarrollo del ser humano: la conciencia de que por  encima del yo, debe prevalecer para que prevalezcamos todos, el más inclusivo de los “nosotros”. Desde ese espiritual desarrollo, nos ha dado cátedra de lo que es ser: humano, sencillo, humilde, hacendoso. Y por sobre todo, pepiniano fiel y padre admirable.

Casa Pepiniana de la Cultura se honra, honrando a este pepiniano de canela, que además de artista de la palabra, de la tela y de la piedra, es un  artista total, un artífice de la bondad, del respeto y del buen ejemplo. En esta injusta síntesis (como es toda síntesis), hemos querido testimoniar ante ustedes, pueblo de San Sebastián de las Vegas del Pepino, nuestra admiración, nuestro respeto y cariño, al  papá de Wanda y de Tania; a este pepiniano de conciencia cósmica, sin la menor duda de que tanto Confucio, como Bertolt Bretch, se referían ( cuando pensaban en voz alta),  a hombres como Carmelo Aponte Feliciano, que como a Demócrito, solo bastaría con apartarlo de la miel de su arte, para sentir amenazada su energía vital.

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